Los juegos infantiles son un primer paso para que los más pequeños vayan adquiriendo conductas financieras que marcarán el resto de sus vidas. Los expertos señalan que las principales enseñanzas sobre cómo administrar la plata nacen en la casa. Luego se consolidan, a medida que pasan los años.
Ningún niño puede resistirse al deseo de comprarse una golosina o un juguete cuando tiene plata en la mano. Hay casos en los que producen cierto ahorro para luego adquirir un regalo para la madre, el padre, el hermano o el amigo. La mayoría de las veces constituyen conductas aisladas que se van consolidando a los golpes, en el diario vivir. Manejar la plata no sólo es cosa de grandes; también lo es de los niños, más propensos a caer en conductas consumistas.
Los expertos de la Universidad de Stanford analizaron el comportamiento de los menores de cuatro años a los cuales se les puso enfrente un plato con golosinas sobre una mesa. La experiencia consistió en que ninguno de los chicos podía comer el caramelo hasta tanto llegara un mayor, con la promesa de que luego podían tomar los que quisieran. Gratificación retardada, lo denominaron los especialistas.
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Los resultados demostraron que, aquellos que esperaron desarrollaron siendo adultos una mejor toma de decisiones de vida, tanto profesional como personal. Por eso sugirieron a los grandes que cultiven entre los niños la conducta financiera, elaborando un listado de deseos, en el que el ahorro sea la base de la conducta financiera.
Los especialistas consideran que desde los siete años, un niño comienza a vislumbrar el valor del dinero. “Claro está que, con los avances de la era informática, no hay que subestimar a los chicos, que vienen incorporados con una suerte de chips, más despiertos que antes”, señala Nicolás Litvinoff, asesor financiero y autor del libro “Es tu dinero”.
Según el economista, no hay mejor lugar que la casa para desarrollar los hábitos financieros, ya que muchas veces la escuela no enseña ni explica cómo moverse con el dinero en el diario vivir. Litvinoff afirma a LA GACETA que en esa gimnasia financiera, los padres no deben estar buscando permanentemente los defectos o lo malo que hay en la administración de los bienes que puedan hacer los niños. “La clave está en potenciar las virtudes para motivarlos a planificar sus gastos, saber lo que es un presupuesto financiero, los ingresos y los egresos o los activos y pasivos”, puntualiza el especialista.
El momento, no
La imaginación es el principal instrumento y un terreno fértil cuando se es niño. Por eso, las áreas de Marketing de las principales fabricantes de juguetes buscan, en la innovación, captar un mercado variable. Los pequeños son más exigentes a medida que pasa el tiempo. Hasta hace algunas décadas -aunque aún sobrevive- uno de los juegos más usados para el manejo de bienes en el país fue “El Estanciero”. Con los años fueron apareciendo otros como el “Monopolio” o el “Cash flow”, que también permiten gestionar dinero y bienes.
“En la vida real, la sociedad sabe premiar a los que postergan el deseo”, indica Litvinoff. “Uno puede tener un deseo momentáneo (el mejor juguete, la golosina más sofisticada), pero no hay mejor herramienta que la planificación, con la cual se construye el futuro”, remarca.
En suma, con la gimnasia financiera, el niño puede ir consolidando la idea de que toda decisión significa un esfuerzo (prescindir de un gasto o un deseo), pero que esa decisión tiene sus frutos en el futuro (más consolidado desde el punto de vista personal). Es la idea de que todo tiene sus costos y que la mejor decisión de vida es el ahorro para lo que se viene.
Cinco pasos necesarios
1- os analistas observan que a los siete años los chicos ya saben el valor que tiene el dinero que manejan. Es el momento de inculcarles el ahorro.
2- Con el paso de los años, los pequeños comprenden que el ahorro les permitirá consolidar sus metas y objetivos económicos.
3- El tercer paso para la administración del dinero en el grupo familiar es el armado de un presupuesto, que consigne todos los gastos y también los ingresos.
4- En la vida, no todo pasa por el dinero. Los valores personales son fundamentales para ponerle algo de emociones al gasto.
5- La planificación es el principal instrumento que debe marcar la conducta financiera. Con esa herramienta se observan las fortalezas y las debilidades.
La cultura del ahorro
Tan vieja como la historia es esta receta que constituye la base de la administración de las finanzas personales: el ahorro para invertir en el futuro. “En este caso, es fundamental que los padres inculquen a sus hijos sobre la necesidad y la importancia de postergar el presente para consumir en el futuro”, remarca el asesor financiero, Nicolás Litvinoff. Según el economista, el ejercicio también debe incluir ciertos hábitos que contribuyan a demostrar el valor de las cosas que se adquieren. “Es un modo de no crear hijos consumistas, a los cuales no les importe el precio de tal o cual producto”, puntualiza. Y en esto, Litvinoff apunta que el niño puede llegar a comprender que gastar el dinero signifique un grado de satisfacción permanente y no momentáneo.
Solidaridad
Los valores dependen de la cultura que se inculque dentro del grupo familiar. En ese contexto, el economista Nicolás Litvinoff considera que es fundamental que el niño adquiera la práctica de la solidaridad. “La economía también tiene una arista social, mediante la cual quien administra bienes debe propender hacia la colaboración y hacia la solidaridad con sus pares”, puntualiza el experto consultado por LA GACETA. En la vida cotidiana no todo gira alrededor del dinero; los valores de la persona tienen una cotización más significativa que las acciones o los títulos públicos. Hace a la forma de vida de la persona que toma en cuenta la satisfacción ajena para no caer en la avaricia ni en el deseo permanente de generar más y más dinero, sin saber con qué fines se los usará luego, puntualizan los expertos.
Planificación
No hay nada más infalible que llevar las cuentas en un cuaderno, en la libreta o en los documentos que un niño suele crear en la PC. La planificación es el segundo ejercicio que hay que potenciar entre los más pequeños. Se trata de la única forma en que la población puede llevar un verdadero control sobre las fluctuaciones en los gastos y en el modo de gastar el dinero. A lo largo del tiempo, el pequeño puede ir modificando sus hábitos de consumo de acuerdo con el nivel de ingresos que posee el grupo familiar. Claro está que ellos también deben participar en las decisiones sobre cómo armar el presupuesto del grupo familiar.
Renta fija
Generalmente, algunas familias suelen otorgarle cierta cantidad de dinero al niño o al adolescente para que satisfaga sus deseos de consumo. “Se trata de una buena variable que ayuda a la administración del dinero. Si el niño sabe que, a determinado tiempo se le acaba la plata, tratará de que el mes siguiente no le pase lo mismo. Se autoregulará”, afirma Litvinoff. Esto también dependerá de los hábitos de los padres, que deben tener cierta rigurosidad a la hora de dosificar la plata en caso de que los gastos se disparen. “Otros, en cambio, le van dando lo mínimo e indispensable”, acota.
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