El fuerte encarecimiento de las materias primas y del petróleo junto con los cuellos de botella en la producción y suministro, a raíz de las restricciones originadas por la pandemia, llevaron las tasas de inflación hasta niveles máximos no observados desde hace años en la mayor parte de las economías. El hecho de que el origen estuviera centrado en el componente energético hizo pensar, en un primer momento, que el aumento de los precios estaría acotado en el tiempo.
Pero los factores inflacionistas persistieron y se añadieron otros elementos, como la intensificación de los conflictos geopolíticos y los consecuentes problemas de oferta, que aceleraron la inflación
A los repuntes de las tasas de inflación general, que se situaron en máximos ampliamente superiores al 5 % a final de año en economías como EE. UU., la zona euro o el Reino Unido (véase gráfico I.1.1.2), siguieron los incrementos de la inflación subyacente, dando señales de una presión inflacionista que se extendía al resto de los bienes y servicios. En EE. UU. otros indicadores de precios como los salarios también empezaron a mostrar aumentos notables.
El precio del petróleo cae durante la sesión asiática del lunes. En un año ha caído 35.81% ante los temores de recesión y la mayor oferta petrolera. pic.twitter.com/9j7KMQosPX
— Gabriela Siller Pagaza (@GabySillerP) March 20, 2023
El cambio en las perspectivas de inflación a escala mundial hizo que los bancos centrales mostraran una mayor disposición a rebajar el tono ampliamente expansivo de la política monetaria
De hecho, a finales de año se observaron los primeros movimientos en los tipos de interés oficiales, con la decisión del Banco de Inglaterra de elevar los tipos 15 puntos básicos (p.b.), hasta el 0,25 % (véase gráfico I.1.1.3). En los primeros meses de 2022 los incrementó de nuevo 2 veces hasta el 0,75 %. La Reserva Federal estadounidense, por su parte, realizó en marzo una primera subida de 25 p.b. en sus tipos de interés y, además, finalizó su programa de compra de bonos por percibir mayores riesgos en el repunte de la inflación de aquella economía.
Posteriormente, en mayo volvió a incrementar el tipo de interés oficial (50 p.b. más) hasta la horquilla del 0,75-1,0 % y anunció que comenzaría la reducción de su balance a principios de junio. Finalmente, el Banco Central Europeo (BCE) no modificó sus tipos de interés, pero en diciembre acordó que en marzo de 2022 pondría fin a las compras netas del programa introducido en el contexto de la crisis pandémica (PEPP, por sus siglas en inglés) al considerarse que el programa ya había logrado el objetivo de contrarrestar el impacto de la pandemia sobre la inflación a medio plazo.
También anunció que reduciría escalonadamente el ritmo de las adquisiciones netas en el marco del programa de compra de activos (APP, por sus siglas en inglés) en el segundo y tercer trimestres de 2022
En marzo de 2022, decidió supeditar las compras del tercer trimestre a los nuevos datos. Estos últimos cambios se produjeron en un contexto en el que el Consejo de Gobierno del BCE comunicó que esperaba niveles de inflación más altos durante más tiempo y que estaba preparado para ajustar todos sus instrumentos de forma apropiada. A pesar de ello, su pronóstico más reciente —de marzo de 2022— sobre la evolución de la inflación continúa apuntando a una moderación considerable de esta, desde un promedio del 5,1 % en 2022, hasta el 2,1 % en 2023 y el 1,9 % en 2024.