El gravámen a las exportaciones permanente y para todos los países, del 10%, que Donald Trump, actual aspirante a candidato republicano en las elecciones de EE. UU., ha propuesto como una de las medidas estrellas de su campaña mantiene a los economistas en vilo.
Por Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad
El establecimiento de estos aranceles por parte de una hipotética nueva administración Trump se enmarcaría dentro de la política esencialmente aislacionista, proteccionista y de prioridad a las negociaciones bilaterales frente a las organizaciones supranacionales -tanto en el plano económico como político- que ya caracterizó la primera etapa de Trump en la Casa Blanca.
Todas estas medidas suelen tener un denominador común: crecimiento a corto plazo de los sectores favorecidos, reasignación de factores de producción y rutas comerciales a medio plazo y pérdida de competitividad en el largo plazo de las empresas inicialmente afectadas positivamente. Se trata además de medidas que suelen originar inflación, algo poco deseable en el entorno actual, con los IPCs mundiales aún bajo presión. Dada la importancia de EE.UU. como locomotora del mundo, es posible un contagio de estos precios al alza. Esto sería muy grave, de producirse, en un momento en el que las inflaciones distan de estar contenidas y los tipos siguen altos.
El crecimiento, en la medida que podría darse un retroceso del comercio mundial y la producción
En un primer momento, se dejaría notar sobre el crecimiento, en la medida que podría darse un retroceso del comercio mundial y la producción. Esto afectaría esencialmente a las empresas, sectores y países con más exposición a exportaciones a EE.UU, susceptibles de ser gravadas. En general, los aranceles suelen ir enfocados a aquellos productos extranjeros que son producidos en el país que quiere implementar las medidas proteccionistas, de manera menos competitiva. Dada la diversificación de la economía estadounidense, el impacto estaría muy extendido y afectaría especialmente a los países europeos con mayor carácter exportador, como es el caso de Alemania o España.
Sus efectos serían desiguales por sectores aunque, desde luego, negativos en el corto plazo, por la reducción de un importante mercado para sus exportaciones. Entre los más afectados estarían los materiales y productos de consumo discrecional. Lo anterior tendría efectos sobre el crecimiento, de manera agregada y sobre los sectores afectados en términos de cotización bursátil y acceso de estas empresas a financiación.
Asimismo, es muy probable que los aranceles se enfoquen en industrias que EE.UU. quiera fomentar internamente, como son los componentes electrónicos, en este caso mirando más a China
Por último, también afectaría al mercado de divisas, con una probable apreciación del dólar frente al euro, lo que encarecería productos en base dólar, como el petróleo. En resumen, un intento de EE.UU. de ser autosuficiente puede provocar nuevas tensiones a la macro mundial, si bien los efectos a corto plazo pueden ser positivos sobre las bolsas norteamericanas.
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