El mercado inmobiliario en aquellas zonas donde se llevan años registrando subidas de precio estructurales comienzan a verse afectados por unos costes de financiación altos. Es el caso de EE. UU., Canadá, Alemania, Austria, Luxemburgo, República Checa, Dinamarca, Noruega, Reino Unido, Australia y Nueva Zelanda, entre otros.
Pero no podemos olvidar que durante los últimos dos años las circunstancias que ha provocado el COVID primero y la escasez de materiales después han desequilibrado el mercado de forma significativa, lo que implica que la oferta se ha reducido de forma alarmante en algunos casos y por ello podría darse un desenlace poco habitual frente a lo que se podría esperar tras el pinchazo de una burbuja inmobiliaria, que normalmente se salda con un ajuste severo del precio de la vivienda a la baja. En su lugar podríamos enfrentarnos a un mercado inoperante, donde se reduce drásticamente el número de transacciones con un ligero ajuste a la baja del precio.
En un entorno de recesión global, la renta variable se enfrenta a una capitulación final con fuertes caídas porcentuales que sirven para ajustar las previsiones de beneficios empresariales a una realidad económica mucho más adversa de lo inicialmente planteado
La lenta corrección en las tasas de inflación mantiene maniatados a los bancos centrales, que ya no pueden atenuar la percepción de riesgo tal y como han venido haciendo durante la última década, y los inversores tienen que hacer frente a una nueva realidad donde prima la volatilidad y la incertidumbre.
La renta fija frena su desplome, pero no mejora ante la evidencia de una inflación que no remite claramente
Esa circunstancia hace que se mantenga un alto nivel de correlación entre la renta variable y la renta fija, en especial cuando nos centramos en el segmento de los bonos de peor calidad o de la deuda soberana emitida por países con divisas débiles.
EN ESTE ESCENARIO ESPERAMOS UNA PROLONGACIÓN DEL MERCADO BAJISTA DE 2022
A medida que la realidad económica se torna más negativa durante 2023, comienza a hacerse patente que, con un menor consumo e inversión y un deterioro en las tasas de desempleo, los resultados empresariales tendrán que ajustarse de forma significativa a la baja. En algún momento del proceso a la baja el inversor dejará de prestar atención a los fundamentales y centrará sus decisiones principalmente en la gestión del riesgo, en lo que se conoce como fase de “capitulación”. En esa última fase es donde se registra mayor volatilidad y donde los activos menos seguros sufren las correcciones más severas.
Este tipo de crisis son a la larga grandes oportunidades de inversión, aunque rara vez se perciben como tal
En este entorno la bolsa estadounidense es la que mayor riesgo tiene, dada su excesiva valoración, el excesivo peso que aún tienen pocos valores en el cómputo global de los índices (concentración) y el elevado posicionamiento del inversor particular en bolsa. Teniendo en cuenta el comportamiento histórico de la bolsa no hay que descartar correcciones desde máximos superiores al 40% antes de que se ajusten las valoraciones y las primas de riesgo alcancen cotas que señalen que lo peor ha pasado ya. En este entorno las carteras de renta variable deberían posicionarse con el perfil más conservador posible, sobre ponderando sectores defensivos y de consumo básico, frente a sectores cíclicos y de crecimiento