El sector electrónico es un caso particularmente interesante, por los matices que nos enseña y por su centralidad en el modelo de desarrollo tecnológico del futuro, en una era donde la robotización, la inteligencia artificial o el big data tendrán un papel central en la economía, la sociedad y en el replanteamiento del nuevo orden geopolítico mundial.
Así, recientemente, la UE se ha «unido» a su aliado de primera preferencia, EE. UU., para formar un nuevo foro de discusión en esta materia:
El Consejo de Comercio y Tecnología (o TTC, por sus siglas en inglés). Una posible desvinculación entre China y la UE resultaría particularmente difícil para ambos lados. Si la «huella electrónica» de China en la UE es muy significativa, la «huella tecnológica» europea (y estadounidense) en China no lo es menos, y se materializa en diversos sectores clave, como la maquinaria o los servicios avanzados.
A pesar de que queda claro que China ya no es solo la fábrica del mundo, en muchas áreas son los vínculos con sus principales socios comerciales los que permiten a la industria china ser competitiva a nivel internacional
Una desvinculación más abrupta entre bloques produciría así golpes profundos en la arquitectura de las cadenas de valor globales, con ramificaciones impredecibles en la economía global. Ha quedado claro recientemente que la geopolítica tendrá un papel central en los próximos años, poniendo fin a un periodo que se ha nombrado repetidamente de «vacaciones de la historia».6 En esta medida, para saber cuánto dependerá económicamente la UE de China, y viceversa, a finales de esta década sería necesario contestar a otra pregunta: ¿Cómo será el mundo en 2030?