Los indicadores de actividad no solo mejoraron sostenidamente a lo largo del invierno y la primavera (por ejemplo, el índice PMI mundial pasó de un mínimo de 48 puntos en noviembre, en contracción económica, a superar los 54 puntos en abril, en zona claramente expansiva), sino que los PIB del 1T sorprendieron al alza en las grandes economías: frente a previsiones de 0,1%, 2,0% y –0,2% intertrimestrales para EE. UU., China y la eurozona, respectivamente, los datos reales fueron del 0,3%, 2,2% y 0,1%.
Estas cifras muestran una actividad menos débil de lo esperado y, casi mecánicamente, su efecto arrastre nos lleva a aumentar nuestras previsiones de PIB para 2023
Sin embargo, esto no significa que la actividad mundial deje atrás un escenario de enfriamiento para los próximos trimestres. En realidad, nuestras nuevas previsiones dibujan crecimientos trimestrales más bien modestos, especialmente en EE. UU. y el conjunto de la eurozona. Y es que los mayores tipos de interés ejercen un lastre que se irá haciendo más visible. De hecho, el enfriamiento sí se vislumbra en el desglose sectorial: el empuje del PMI comentado anteriormente procede principalmente de la expansión del sector servicios, mientras que distintos indicadores muestran una contracción de la actividad industrial en las grandes economías del mundo ya en los últimos meses.
Con todo, el menor dinamismo de la actividad encontrará un colchón en la robustez de los mercados laborales, que siguen con un desempleo en mínimos tanto en EE. UU. como en la eurozona y un notable avance de las tasas de actividad.
Lo que dicen es que es el último país en recuperar el PIB de 2019, el que más habéis endeudado en 4 años y con la mayor tasa de paro de la OCDE.
— Daniel Lacalle (@dlacalle) June 10, 2023
Menuda moto... pic.twitter.com/2OQkYwro5m
Una inflación subyacente más inercial
La inflación general ha descendido sostenidamente desde los picos alcanzados en 2022, y lo ha hecho principalmente gracias a los precios energéticos, tanto por su efecto base como por los menores costes de la energía.6 Este arrastre de la energía se filtrará, indirectamente, al resto de la cesta de precios en los próximos meses, lo que intensificará el descenso de la inflación. De hecho, las señales desinflacionistas empiezan a asomar la cabeza de manera más generalizada en las etapas intermedias de la cadena de formación de precios, donde los cuellos de botella se han normalizado, los precios industriales se desaceleran en todos los sectores (incluida la alimentación) y las encuestas reflejan una moderación en las intenciones de fijación de precios de las empresas.
Es más, en EE. UU., el índice de alquileres, un componente clave que pesa el 40% de la cesta núcleo, encadena dos meses de moderación y ayudará a reducir la inflación en adelante
Sin embargo, en lo que va de año, las presiones de precios subyacentes han mostrado más resistencia de lo inicialmente previsto.7 Aunque esto nos lleva a aumentar moderadamente nuestras previsiones de inflación para el conjunto de 2023 (más que compensando el efecto bajista de las nuevas previsiones de la energía), seguimos esperando una desaceleración gradual de los precios en los próximos trimestres, sustentada por los efectos indirectos comentados arriba, el enfriamiento de la demanda y la contención de los ciclos de retroalimentación entre salarios, márgenes y precios.