El impacto del tensionamiento de las condiciones monetarias en EE. UU. no había sido tan intenso como en ciclos anteriores hasta que la inestabilidad en la banca estadounidense, a comienzos de marzo, provocó una sacudida en los mercados financieros globales.
Hasta esa fecha, el adelanto en la normalización de las políticas monetarias de buena parte de los emergentes (en algunos casos, como en América Latina, comenzó a finales de 2021) favoreció la ampliación de los diferenciales de tipos reales respecto a los de las economías avanzadas, contribuyendo a la resistencia de los mercados emergentes durante gran parte de 2022.
No hay ningún factor de inestabilidad económica ni financiera.
— Morena (@PartidoMorenaMx) May 8, 2023
¡México lleva tres años creciendo más del 3% y nuestra economía está fuerte! pic.twitter.com/NGRHVnRGWP
Sin embargo, los últimos acontecimientos de inestabilidad financiera han intensificado la reducción de ese diferencial, en detrimento de los emergentes
Esta corrección es especialmente acusada en América Latina, donde, además (y más allá de casos extremos como los sufridos en Venezuela y Argentina), la inflación persiste en niveles elevados más de lo deseado, pese a las subidas de tipos de los bancos centrales. Otro aspecto relevante es el impacto que las decisiones de la Fed habrían tenido sobre los flujos de inversión extranjera hacia las economías emergentes.
Desde comienzos de este año, un menor apetito por el riesgo, ante el temor a una desaceleración de la economía mundial, unido al estrechamiento de los diferenciales soberanos emergentes respecto a los treasuries hace menos atractivas las inversiones en los activos financieros de estos países, y en especial en aquellos denominados en divisa local. Por otro lado, durante el mes de marzo, las turbulencias financieras vividas en EE. UU. y Europa tras la caída del Silicon Valley Bank aumentaron significativamente la inestabilidad de los mercados financieros, pero pese a que el impacto fue más notable en los mercados de las economías desarrolladas que en los mercados emergentes, estos últimos no han salido indemnes.
De hecho, según datos del Instituto Internacional de Finanzas (IIF), debido a este fuerte aumento de la aversión al riesgo, solo en marzo los flujos netos de inversión en emergentes descendieron un 52%, con una concentración de las mayores reducciones en la renta fija (pública y privada)
Así, la futura evolución de la inversión extranjera en estos países se enfrenta a importantes riesgos, en un entorno ya exigente. De una parte, su nivel de deuda se encuentra en máximos históricos3 tras varios años de condiciones de financiación laxas. Y de otra, desde la pandemia, los inversores discriminan con mayor rigor sus inversiones de acuerdo con la calificación crediticia de los países emisores. Esto explica que las nuevas emisiones de deuda de aquellos países con mayores déficits externos sean casi inexistentes.