Los tipos de interés oficiales de las principales economías avanzadas finalizaron 2020 en niveles relativamente similares y próximos a cero, un hecho que no ocurría desde finales de 2015 y que tuvo su origen en el marcado carácter expansivo de las políticas adoptadas por las autoridades monetarias para combatir la crisis del coronavirus.
En EE. UU., la Reserva Federal, que en enero mantuvo los tipos oficiales en la horquilla del 1,50-1,75 %, redujo en dos ocasiones en marzo de 2020 el tipo de interés oficial hasta situarlo en un rango del 0-0,25 %, niveles en los que estuvo durante la crisis financiera de 2008.
También aumentó su tenencia de valores del Tesoro y de valores respaldados por hipotecas para mejorar el funcionamiento del mercado y el flujo de crédito. Además, en su última reunión del año, el banco central se comprometió a no subir los tipos oficiales hasta que las condiciones del mercado laboral alcanzaran niveles congruentes con el pleno empleo y la inflación excediera del 2 %.
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— negocios tv (@negocios_tv) May 17, 2023
En la zona euro el BCE mantuvo sin cambios los tipos de interés oficiales durante el ejercicio:
El de las operaciones principales de refinanciación, el de la facilidad marginal de crédito y el de la facilidad de depósito (en el 0 %, el 0,25 % y el -0,50 % respectivamente). Sin embargo, adoptó medidas expansivas para afrontar la crisis económica derivada de la pandemia, que fueron aumentando en duración y en alcance conforme avanzaba el año, desde programas adicionales de compras de activos hasta nuevas operaciones de financiación a plazo más largo para las entidades de crédito.
Papel del Banco Central Europeo en el contexto de la crisis del COVID-19
La irrupción de la pandemia de coronavirus obligó al Banco Central Europeo (BCE) a adoptar una serie de medidas extraordinarias en materia de política monetaria —adicionales a las que estaban ya en vigor1— para hacer frente al enorme impacto que provocó la crisis sanitaria en la economía y los mercados. Estas medidas se adoptaron en dos etapas: una primera, en los albores de la crisis, orientada a reducir las tensiones en los mercados financieros, sobre todo en los de deuda, además de garantizar el correcto funcionamiento de los mecanismos de transmisión de la política monetaria; y una segunda, a partir del verano de 2020, enfocada en mayor medida a combatir los efectos de la crisis económica y apoyar la recuperación de la economía de la zona euro.
Estas medidas se sustentaron en el marco de una política monetaria de carácter muy expansivo que incluyó un nuevo programa de compras de deuda — tanto pública como privada— adicional a los que ya estaban en curso (con dos ampliaciones sucesivas de la cuantía de su dotación); el mantenimiento de los tipos de interés oficiales en niveles muy reducidos, los más bajos de su historia, con el objetivo de que los costes de financiación se mantuvieran bajos, y nuevas medidas no convencionales orientadas a favorecer la financiación del sector financiero para que este a su vez facilite créditos al sector privado y, en último término, incentive la inversión y el consumo.