A diferencia de EE. UU., el grueso de los indicadores sugiere que la eurozona no podrá evitar entrar en recesión durante los meses de invierno, aunque también señalan que debería ser de poca intensidad. Por ejemplo, en diciembre los índices PMI compuesto de la eurozona y sus principales economías se mantuvieron en zona contractiva por sexto mes consecutivo, pero mejoraron de manera generalizada (49,3 puntos en el conjunto de la eurozona, frente a un mínimo de 47,3 en octubre).
Sin embargo, hay distintos elementos que apuntan a un escenario complejo más allá de la contracción económica más inmediata
En primer lugar, hay que tener en cuenta que, después del invierno, los inventarios de gas se habrán reducido sensiblemente y la tarea de volver a rellenarlos, sin contar apenas con el suministro ruso, se complica.
Por tanto, es factible que se acentúe la tendencia en curso de ahorro en el consumo de gas, tanto en familias como en empresas, para poder evitar un invierno «crítico» en 2023-2024 (el consumo se habría reducido un 20% hasta noviembre, respecto a la media de 2017-2021, según Eurostat).
La inflación, aunque en descenso, se mantendrá elevada y por encima del objetivo del BCE, por lo que cabe esperar que la institución monetaria siga endureciendo la política monetaria en 2023
Por otro lado, la inflación, aunque en descenso, se mantendrá elevada y por encima del objetivo del BCE, por lo que cabe esperar que la institución monetaria siga endureciendo la política monetaria en 2023 (con tipos superiores al 3%, según las expectativas de mercado de cierre de año). Además, el impulso fiscal de los últimos años ha reducido el margen de actuación de las cuentas públicas, y en 2023 estas apuntan a una cierta «normalización» con vistas a que en 2024 se reactive el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, pendiente de reforma a lo largo de este año para adaptarse a «los nuevos tiempos».
Con todo, la resistencia que continúa mostrando el mercado de trabajo (tasa de paro en el 6,5% en noviembre), una tasa de ahorro todavía por encima de su media de largo plazo y una mejor posición de partida, gracias a un 2022 más robusto de lo esperado (el PIB crecerá más del 3,0%), nos permiten ser moderadamente optimistas. Así, para 2023 anticipamos un crecimiento medio del PIB en torno al 0,2%. Sin embargo, la alta incertidumbre del contexto actual y la elevada exposición de la región a un recrudecimiento del conflicto bélico en Ucrania introducen claros riesgos a la baja en crecimiento y al alza en inflación.