El debate de política económica, cuando se cuela en las portadas de los periódicos o copa los likes de Twitter, suele ser en clave nacional. En contadas ocasiones asistimos a debates en clave europea. En cambio, muchas de las decisiones que marcan el rumbo de la economía se toman en Bruselas. Las deliberaciones previas también se producen, naturalmente, pero suelen quedarse en un segundo plano y acostumbran a ser más técnicas.
Las distintas voces van madurando su posición lentamente hasta que, por algún motivo, normalmente una crisis, la presión aumenta y se debe llegar a un acuerdo a contrarreloj. No observamos las negociaciones que ha habido en la cocina, solo el esprint final para servir el plato a tiempo. Este año probablemente volverá a suceder lo mismo.
El menú ya se ha decidido y es de los que dará que hablar. Las discusiones entre los chefs bruselenses son intensas. Solo falta determinar cuándo deberá servirse la comida para que el foco mediático se prepare para la foto finish. Entremos un momento en la cocina, que merece la pena.
Más allá de poner en marcha el programa NGEU, una de las medidas más importantes que tomó la Comisión Europea al inicio de la pandemia fue permitir formalmente que los países pudieran tomar medidas económicas contundentes para contrarrestar el impacto económico de la pandemia
La llave para poder hacerlo la tenía Bruselas, y la utilizó permitiendo que el déficit público y la deuda se situaran temporalmente por encima de los niveles fijados en el pacto de estabilidad y crecimiento. Europa reaccionó con agilidad y acierto. Dado que la naturaleza de la actual crisis era muy distinta a la de hace una década, la respuesta de política económica también tenía que serlo. En los últimos dos años la deuda pública del conjunto de la UE ha aumentado en 14 p. p. y cerró 2021 alrededor del 93% del PIB, lejos del límite del 60%. España es uno de los países en los que el aumento ha sido más pronunciado, de 25 p. p. Previsiblemente 2021 se habrá cerrado con un registro alrededor del 120%.
Pero la suspensión de las reglas fiscales fue temporal, mientras durara la pandemia. Si no se decide lo contrario, se volverán a activar en 2023
En parte, ello es una buena noticia. Quiere decir que estamos más cerca de que se termine esta terrible crisis. Sin embargo, tras lo ocurrido, volver a activar las antiguas reglas fiscales no parece una buena idea. El ajuste de las finanzas públicas que se exigiría podría amenazar la recuperación económica. Por ejemplo, en el caso de España estas requerirían ajustar la deuda pública durante años a una velocidad que no se consiguió alcanzar ni en los mejores momentos del último ciclo expansivo. Alternativamente, se podría volver al pacto de estabilidad, pero permitiendo cierto incumplimiento de las normas, como ya ha sucedido en demasiadas ocasiones durante los últimos años. Pero esto erosionaría todavía más su credibilidad. En definitiva, parece que no reformar el marco fiscal europeo no es una opción.