En verano de 2021 la inflación hizo saltar la voz de alarma en el Banco Central Europeo (BCE). La institución monetaria alertaba del riesgo de que se dieran efectos segunda derivados del alza de precios, que en gran medida se produjo por la crisis de suministros. Por aquel entonces el IPC rondaba el 3% y todavía no había la más mínima señal de una posible guerra en Ucrania.
Un año después, la inflación europea ha alcanzado el 8,1% sin signos de desaceleración y ya se da por hecho que habrá varias subidas de tipos en los próximos meses, por primera vez en más de una década. Este escenario parece inevitable para poner freno a la subida de precios, pero tendrá un coste indirecto para las familias y empresas vía encarecimiento de la deuda. ¿Cómo de peligroso es este efecto secundario? ¿Compensa lo que va a hacer el BCE? Los expertos coinciden en que sí siempre que las subidas de tipos sean moderadas y progresivas.
“El proceso de incremento de los tipos de interés debe ser gradual. Se trata de evitar
movimientos abruptos, que podrían ser particularmente perjudiciales en un contexto de
elevada incertidumbre como el actual. Para poder adoptar este enfoque gradual, resulta
fundamental que las expectativas de inflación se mantengan ancladas y que no se
materialicen efectos indirectos y de segunda ronda de una magnitud que pudiera poner en
riesgo ese anclaje”, explicó el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en una reciente intervención en el Congreso de los Diputados.
Como señala el número uno del Banco de España, la principal amenaza para la economía es que se perpetúe la inflación a través de la indexación de las pensiones, los sueldos de los funcionarios y de los salarios en las empresas privadas. Otro de los riesgos es que las empresas trasladen el incremento de los costes al precio de sus productos, para mantener sus márgenes. Hernández de Cos reclama un pacto de rentas que reparta los costes del alza de los precios y ahuyente el fantasma de la estanflación: que se dispare la inflación en un entorno de estancamiento.
Este es el entorno en el que el Banco Central Europeo va a librar una de las batallas más importantes de los últimos tiempos, en la que conviven las amenazas de la guerra de Ucrania, una inflación disparada, una ralentización del crecimiento y cuellos de botella en la cadena de suministros por el nuevo parón chino derivado de los confinamientos.
La pregunta que muchos se hacen es si las empresas y familias españolas están preparadas para aguantar subidas de tipos en este entorno.
Desde Banco Sabadell, su director financiero, Leopoldo Alvear cree que sí: “El impacto que estamos viendo para la economía por la invasión de Ucrania es muy inferior a la que se esperaba del covid, no vemos incertidumbre como para alterar el curso. En hipotecas no vemos riesgo mayor de impagos, en parte gracias a que hubo ahorro durante el confinamiento, y la ratio de deuda neta de las empresas sigue siendo baja. La foto de partida del sistema está más saneada”.
Lo que nadie pone en duda es que tanto familias como el tejido empresarial van a vivir más ajustados en los próximos meses, tanto por la inflación que golpea la factura energética y la cesta de la compra o suministros, como por el encarecimiento de la deuda. El euríbor a 12 meses, al que se referencian buena parte de los préstamos en Europa, ha pasado del -0,5% al 0,5% en lo que va de año, algo que ya está dejando notar en los recibos de hogares y empresas.
A esto se suma que cientos de miles de pymes (pequeñas y medianas empresas) y autónomos afrontan durante estos meses el fin del periodo de carencia de las líneas ICO (Instituto de Crédito Oficial) que recibieron con el covid.
De modo que están teniendo que devolver por primera vez el principal más los intereses de estos préstamos, que se concedieron por valor de 120.000 millones, y encaran créditos más caros en su financiación no ICO. La parte buena es que acumulan más liquidez que nunca, con casi 300.000 millones en tesorería, 45.000 millones más que antes de que se propagara la pandemia, por lo que tienen margen para hacer frente a los mayores costes.
En el mundo hipotecario ya hay una cuarta parte de las hipotecas que están blindadas contra las subidas de tipos de interés, al haberse concedido a tipo fijo en los últimos años. Estos créditos han sido el producto estrella de las oficinas en los últimos meses, acaparando el 70% y el 80% de las nuevas hipotecas que concedían los bancos, ante las perspectivas de subidas de tipos de interés. Aun así, el entorno está cambiando de manera acelerada.
Según explican desde Asufin (Asociación de Usuarios Financieros) la banca está trasladando ya la subida del euríbor a las hipotecas, con un alza del 0,38% solo entre diciembre a marzo, que se ha acelerado en los siguientes meses.
Aun así los banqueros llaman a la calma. En un reciente evento de Fotocasa, Cristina de Marcos, de ING, expuso que “el euríbor puede cerrar el año en un 0,4%.
No creemos que nos tengamos que poner nerviosos, ya que el impacto es limitado”. Por su parte, Ana Pitarch, de BBVA, explicó que “los tipos subirán, pero menos que la inflación, por lo que no hay que generar alarma”.
La situación podría resumirse como de optimismo cauteloso. Todos los expertos creen que hay fundamentos para superar el nuevo entorno sin complicaciones, pero ninguno niega que el escenario es incierto, y que lo que hoy es verde mañana puede ser negro. Como señaló el historiador holandés Pieter Geyl, “las guerras suelen tener el efecto de acelerar el proceso de la historia”.
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