El crecimiento de la masa monetaria emitida por los bancos centrales, aumentó el endeudamiento global, dando lugar a un aumento de los precios en el sector inmobiliario, a lo que hay que añadir razones estructurales como el aumento de los salarios mínimos y un menor dinamismo del comercio internacional (la llamada "desglobalización", provocada por los conflictos geopolíticos, las guerras comerciales, el Brexit, etc.). Además, debido al parón económico, las instalaciones de producción y fabricación no pudieron satisfacer el aumento de la demanda.
Naturalmente, el resultado fue un aumento de los precios de los bienes y servicios disponibles para satisfacer la gigantesca demanda.
Hasta hace bien poco, la Reserva Federal de Estados Unidos (FED) y el Banco Central Europeo (BCE) tenían una visión más flexible de la inflación, considerándola "transitoria".
Ambos definieron un objetivo de inflación en torno al 2% de media, permitiendo así que la inflación supere este valor sin necesidad de intervención.
La inflación (IPC) se dispara en julio al 10,8%, el nivel más alto desde 1984.
— Daniel Lacalle (@dlacalle) July 29, 2022
La inflación (IPC) subyacente, excluyendo energía y alimentos, al 6,1% el nivel más alto desde 1993. pic.twitter.com/gv3MPZN1Of
Sin embargo, cuando la inflación en Estados Unidos alcanzó el 7% y en Europa el 5% (como puede verse en el gráfico siguiente), tanto la FED como el BCE asumieron que esta inflación, al final, no era "transitoria".
A continuación, ambos Bancos Centrales anunciaron que marzo sería el mes elegido para el fin de los programas de compra de activos y, en el caso norteamericano, además la FED comenzará a subir los tipos de interés.
Es cierto que la subida de los tipos de interés y el fin de los estímulos reducirán la presión compradora en la economía y, por tanto, la presión alcista sobre la inflación será menor. Sin embargo, esto no garantiza que la inflación se revierta, ya que por el lado de la oferta, los impactos negativos probablemente seguirán persistiendo a medio y largo plazo.
Al menos algunos ya pueden ser identificados.
Para empezar, hay una tendencia creciente hacia la desglobalización y el proteccionismo, la balcanización y el reajuste de las grandes cadenas de suministro, como está ocurriendo con el actual conflicto militar entre Rusia y Ucrania. Seguiremos, además, con el envejecimiento demográfico de las economías avanzadas y de los principales mercados emergentes. La "guerra fría" chino-americana acaba de empezar y amenaza con fragmentar la economía mundial.
Y el cambio climático ya está perturbando la agricultura y provocando un aumento de los precios de los alimentos.
Además, las continuas pandemias mundiales conducirán inevitablemente a una mayor autosuficiencia nacional y al control de las exportaciones de bienes y materiales esenciales. La guerra cibernética está perturbando cada vez más la producción, aunque su control es muy costoso, y la reacción política contra la desigualdad de la riqueza está llevando a las autoridades fiscales y reguladoras a aplicar políticas que refuerzan el poder de los trabajadores y los sindicatos, abonando el terreno para acelerar el crecimiento de los salarios.
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