Quedan 46 días hasta las presidenciales americanas y se antojan demasiados para quien se ha investido como ganador antes de tiempo. El 2016 ya nos demostró cuán peligroso es hacer cábalas en los procesos electorales, no obstante parecemos seguir empecinados en ello e inevitablemente acabamos en medio de la confusión. A día de hoy podemos decir que, aún yendo por delante en las encuestas, Biden tiene mucho que temer hasta noviembre.
Dicho lo anterior, las últimas encuestas publicadas parece que ponen de los nervios a los asesores de campaña de Biden. La condescendencia y permisividad de los demócratas con los disturbios raciales están provocando, como ya advertimos en verano que pudiere ocurrir, rechazo en el seno de las mentadas minorías. Es llamativo por ejemplo que el apoyo de la población negra al candidato republicano haya pasado del 15% al 24% en sólo 20 días según los últimos datos de Hill-Harris, y también ver que el apoyo latino se ha disparado en estados como Florida donde Trump ha dado la vuelta al voto y aventaja a Biden con el 50% frente al 46%. No obstante puede que la gran sorpresa haya sido conocer que según una macro encuesta realizada por Hornet, una suerte de red social para público homosexual, el 45% de los gays piensan votar a favor de Trump:
¿Qué ocurre? pues que la batalla real se libra en los Swing States o Estados Bisagra, aquellos que basculan entre un partido y otro según comicios, y es ahí donde precisamente centró sus esfuerzos Trump en 2016 y donde los centra ahora. En las pasadas elecciones Hillary Clinton obtuvo el 48% de los votos frente al 45,9% que obtuvo Trump y sin embargo Trump se llevó el 56,9% de los Grandes Electores tal y como se ve en el siguiente mapa (por cierto, sobre cada Estado aparece el total de electores asignados):
De momento la ventaja con la que contaba Biden en los Swing States se ha estrechado a menos de dos meses de los comicios, exactamente igual que ocurrió en las elecciones de 2016. Habida cuenta de que el voto oculto favoreció entonces al candidato Republicano no es de extrañar que se repita la historia.
Al margen de los puntos anteriores, Trump se guardó varios ases en la manga para favorecer su imagen pública. El más sonoro de ellos ha sido el desfile de acuerdos de paz que ha orquestado entre Israel y países de Oriente Medio, iniciativa que le ha valido como bien sabéis la nominación al Premio Nobel de la Paz, pero hay otros estratégicamente escogidos como lo es la elección de Mauricio Claver-Carone, candidato directamente designado por Trump, para dirigir el Banco Interamericano de Desarrollo. A través de este organismo la Casa Blanca se asegura el poder regular el desarrollo del continente y, muy especialmente, mete el dedo en el ojo a gobiernos como los de Venezuela, Argentina o Cuba, ganándose de esta forma una mayor adhesión del votante latino original de estas tierras.